Querido Antonio,
Me siento en el ordenador escuchando, una vez más, «Entre sobras y sobras me faltas» y permíteme el atrevimiento, pero cuánta falta nos hacías tú y una poesía como esta.
Los primeros acordes ya me ponen los pelos de punta, me recuerdan a ese viejo conocido que consigue en cuatro minutos, desordenarnos la vida y hacernos volar lejos.
Has vuelto, me repito incansablemente una y otra vez para terminar dándome cuenta que no has vuelto, porque nunca te habías ido.
Un pinchazo en el alma que atraviesa mi cuerpo, y aun sabiendo que duele cada una de sus palabras, también soy consciente de que curan y amigo Antonio, a estas alturas, has curado tantas almas que no te alcanzará la vida para conocerlas todas.
Tu mirada cristalina hacia el teatro vacío da paso a los recuerdos imborrables, pueden pasar muchos años que hay cosas que no se olvidan jamás, momentos y personas que faltan incluso cuando algún día sobraron.
¿Y para qué engañarte? A medida que la canción toma su recorrido me sigues doliendo, porque en cada palabra que cantas y recitas soy capaz de escuchar tu respiración componiendo una maravilla semejante, porque si de algo estás hecho ,es de verdad y tus historias, una vez más, lo avalan.
Hay verdad en ti, en lo que cantas y en lo que nos cuentas. Porque el destello que refleja tu pecho con una luz cegadora en el video no es casualidad, esa luz «que recompone, lo que compone» como nos cantabas hace ya algunos años, es la que te caracteriza y la que te sigue haciendo brillar tras más de veinte años de carrera.
En ocasiones la definición de algunos conceptos se nos queda en algo banal y absurdo, pero no me equivoco si te digo, querido Antonio, que esta canción nos hace el amor sin tocarnos.
Hagamos un trato Orozco,
«Un sea donde sea» pero contigo.
Gracias.
