Por fin podemos decir que hemos podido disfrutar de El fotógrafo de Minamata, la última creación de Andrew Levita protagonizada por Johnny Depp.
Esa frase que se usa en múltiples películas e historias y que señala que lo que nos van a contar está “basado en hechos reales” quizás no siempre es tan cierto y sirve de enganche para atraer público. Pero cuando te encuentras con una obra que se ajusta lo máximo posible al sufrimiento de aquellos que realmente lo vivieron, sales de la sala de cine marcado de por vida.
Eso es lo que me ha pasado con Minamata. El polifacético Johnny Depp interpreta al famoso fotógrafo Eugene Smith, quien sacó a la luz la pesadilla que vivieron los habitantes del pueblo que da nombre a la película.
Un fotógrafo pegado a su cámara, una cámara que es una extensión de su propio cuerpo y una decepción constante que se hace latente porque en la mayoría de ocasiones los fotógrafos no son valorados como merecen.
Todos tenemos un antes y un después y para algunos el hecho de sacar una fotografía les cambia la vida: “Los indios americanos decían que al sacarles una foto les robaban su alma, pero lo que nadie dice es que al sacarla también se va una parte del alma del fotógrafo”. Es ahí donde está la esencia.
Está claro que el equipo al completo se ha involucrado para darle forma a tanto sufrimiento desde el máximo respeto a la memoria del artista y a las victimas de la empresa Chisso.
Cuantas veces hemos visto esto en bucle. Desastres naturales provocados por grandes empresas a las que no les importa nada más que el dinero. Se oye en las noticias, nos advierten continuamente sobre la contaminación y el cambio climático y la sociedad hace oidos sordos mientras no lo sufran en sus propias carnes. Si nos ponemos a enumerar, la lisla de veces que hemos escuchado esto es simplemente interminable.
Y es realmente curioso que nos destroce el alma en forma de película pero que nuestra hipocresía haga que a la semana siguiente nos hayamos sanado de todo y podamos hacer nuestra vida como si nada.
El periodismo ha hecho mucho daño, pero también mucho bien. Hay periodistas que no se dejan comprar y a veces eso da sus frutos. Esos deberían ser nuestros referentes.
Dejando a un lado la historia y centrándonos en lo audiovisual. Andrew Levitas ha logrado una narrativa cuidadosa y sensible que, acompañada de una estética muy bien pensada y la brillante actuación de todo el elenco, da como resultado una obra para recordar. Y quizás no sea una superproducción pero todo el mundo debería tomar dos horas de su tiempo para descubrirla.
Johnny Depp es Johnny Depp en toda su esencia. Quien le conoce un poco más allá de sus personajes verá en su interpretación todas esas horas que ha pasado acompañando a niños enfermos vestido de Jack Sparrow en tantisimos hospitales, su faceta de vivir la vida desde el vicio y el alcohol y la sensibilidad con la que trata cualquier rama artística que está a su alcance.
Hemos podido verle en Barcelona acompañado todo el tiempo de su cámara personal, sacando fotos por la ciudad a todo lo que le llamaba la atención y es que, más que una estrategia de marketing, él es así. Y es evidente que como responsable de parte de la producción, se ha involucrado más que en otros proyectos mucho más conocidos.
En resumen, esta película es un recuerdo de algo que no deberíamos olvidar, algo por lo que deberíamos seguir luchando y una manera genial de pasar una tarde de cine y salir habiendo aprendido algo.
Estamos en un momento en el que hay que apoyar la cultura más que nunca y la distribuidora ‘A contracorriente’ ha tomado una muy buena decisión estrenándola en nuestro país así que, desde aquí os animamos a daros un paseo por cualquier sala de cine… ¡A disfrutar!
