La Encrucijada, serie líder de Atresmedia en la noche de los jueves, consiguió en su estreno más de 1 millón de espectadores y un 13,5% de share en su mejor noche. Es cierto que el número ha variado pero sus espectadores más fieles siguen al pie del cañón, acompañando a César y Amanda en su historia de amor y venganza.
Para hablar de La Encrucijada he tenido el enorme placer de contar con alguien que sabe de primera mano como es ponerse en la piel de una Oramas. En este caso es Amanda Oramas (Astrid Janer) quien me ha acompañado en una conversación donde el audiovisual y las tramas más profundas toman protagonismo.
La riqueza audiovisual es algo innegable en esta serie. Y es que los planos secuencia es algo de lo que charlamos mucho, y es que La Encrucijada, además de tener unas tramas potentes que enganchan, tienen una cantidad de planos secuencia por capítulos increíble. Al menos 3 en cada capítulo, algo de lo que para nada pueden presumir la mayoría de series. ¿Es fácil grabar planos secuencia? Para nada. Y eso es algo en lo que estamos de acuerdo todos. Pero saber cómo se siente la propia protagonista ante un día de rodaje de este calibre es algo que llena mucho.
Hay algo muy bonito en la historia de Amanda en sí, como mujer, independientemente de ser una Oramas o de estar casada con el enemigo de su padre. Y es que es la historia de muchas. Debatirse entre el amor o la familia. Tener un duelo consigo misma porque, como dice ella: ¿cuando se sabe que es el momento preciso para tener a un hijo? Son temas de nuestro día a día. Por mucha ficción que pueda tratar la serie, es innegable que sus tramas toman conciencia de la realidad.
Temas como la salud mental o el maltrato no se dejan atrás y son dos de los temas que más eco tienen en la serie. Es una serie que va dejando pistas sobre cómo se pueden desencadenar los próximos acontecimientos importantes, véase en el personaje de David, interpretado por un magnífico Antonio Velázquez, que va decayendo poco a poco. Con su malestar, su cansancio emocional, su problema con la bebida…Hasta que explota. Y cuando alguien explota y no puede pedir ayuda, el grito ahogado es inhumano. Y ahí está su hermana, confesándole que será tío y que lo necesita más que nunca. Salvándole de la caída. Aquella en la que nunca nadie desea tropezar.
Ahora mismo, Amanda esta literalmente en una encrucijada: debatirse entre el amor y la familia, entre formar la suya o no formarla, entre el quiero y el puedo…. Como nos adelantó Astrid, ahora Amanda va a cambiar su estrategia para con su familia. Y es que, intentar ser el pegamento de toda pieza rota, a menudo acaba siendo agotador.
¿Orgullo o amor propio? La pregunta se me hace inevitable cuando pienso en el divorcio de Amanda y César. Y es que, el cansancio emocional juega un papel fundamental en su respuesta, donde Astrid me contaba. La manera que tuvieron los dos protagonistas de darse el “sí, quiero” no fue la que tenía que ser. Terminar y volver a empezar la historia desde otro lugar era lo que Amanda tenía en mente.
De ahora en adelante veremos a una Amanda más decidida. Sin necesidad de romperse para intentar arreglar algo que no depende de ella. No sabemos si más fuerte, pero con las cosas más claras eso seguro.






