James Arthur nos hace creer que lo impossible es posible en Madrid

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Cuando me llegó la noticia de que íbamos a cubrir este concierto me hizo especial ilusión. No todos los días tienes la suerte de poder ver a James Arthur, y encima en tu ciudad. Lo primero que se me vino a la mente fue X Factor. Hay que recordar que gracias a ese gran programa británico descubrimos a esta estrella planetaria. Me vino a la cabeza esa primera audición, con tan solo 24 años, cuando empezaba a cumplir su sueño.

Llenar el Movistar Arena es hablar de palabras mayores y hasta él mismo publicó en sus redes sociales que era el recinto más grande donde había tocado en Madrid hasta la fecha.

El Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid se convirtió en el escenario perfecto para una noche de martes mágica en la capital de España. Ya casi a las puertas de la Navidad, vivir este tipo de experiencias hace creer un poco más en eso que no se ve, el amor.

Hablando de amor, qué manera de cantar tiene este artista. Me deja asombrado cómo una persona puede llegar a transmitir tantos sentimientos con sus propias canciones. Hablar de éxito o de fracaso, de eso James Arthur sabe mucho, cuando la vida le dio la oportunidad de llevar su música por el mundo entero.

12.000 almas esperaban en un Movistar Arena a rebosar de gente.

Con una puesta en escena impecable, se podía apreciar que había varios escenarios, el principal y otro más cerca de la grada extensible de Goya. Como buen artista británico, la puntualidad es clave y el show comenzó como indicaba la entrada, a las 9 de la noche y sin telonero previo.

Arrancó con “Water” y “Bitter Sweet Love”, que me recuerda mucho al ritmo de las canciones de The 1975, grupo británico que también tuvimos la suerte de ver hace un par de años aquí en Madrid, en el mismo escenario donde el cantante de Middlesbrough nos regalaría una noche para el recuerdo.

No era la primera vez que veía a James Arthur, pero sí la primera ocasión en la que lo veía en plena forma, ya que la última vez que vino no se encontraba bien. Como él mismo comentó sobre el escenario, “Tenía miedo a no poder volver a subirme a un escenario más”. Y un año después de aquella actuación, ahí estaba, ofreciéndonos a los madrileños lo mejor que sabe hacer, cantar.

Seguimos a toda pastilla con “Sermon”, “Gucci” y “Ready or Not”, en un medley que nos hizo levantar los brazos como si de un concierto de Eminem se tratase. Se creó un momento mágico.

Si hay algo que puedes esperar de un concierto de James Arthur es que sales mejor de lo que entras. También tuvimos la suerte de escuchar “Can I Be Him” y “Empty Space”, con unos visuales preciosos que elevaron aún más el nivel del show del británico.

Todos o la mayoría hemos visto la película El gran showman, y entre sus canciones se encuentra también una de James Arthur. Nos hizo una broma que hasta yo mismo me creí, ya que “Rewrite the Stars” la canta junto a Anne-Marie, y fingió que iba a aparecer en el concierto. Spoiler: no apareció.

También hubo momentos muy íntimos, como cuando bajó del escenario y pasó entre el público para llegar a ese segundo escenario e interpretar varias canciones, entre ellas “Friends”. Cuando regresaba al escenario principal, una fan empezó a saltar delante de él y James Arthur le pasó el micrófono para que terminara la frase de la canción. Me pareció un instante precioso. La gente de pista no se lo creía, el cantante británico les estaba cantando a centímetros.

A una fan llamada Laura le tocó la lotería en el concierto, ya que el artista le cantó el cumpleaños feliz en inglés. Mejor regalo imposible. No sé si pudo dormir, pero estoy seguro de que tardará bastante en olvidarlo.

No faltaron tampoco temas como “Karaoke”, “Yeah, No”, “Train Wreck” y “Blindside”, entre otros que por momentos nos hicieron olvidarnos de todo el ruido del exterior y vivir un instante mágico en el Movistar Arena de Madrid.

Tuvo tiempo para dirigirse a su público en un español que, por muy buena intención que tuviera, no llegaba ni al 5 raspado. Aun así, el público lo entendió todo. Incluso por momentos parecía que estaba hablando en italiano cuando intentaba expresarse en español.

No faltaron las covers que tanta fama le dieron a James Arthur. Dos de ellas fueron, diría yo, las que más emocionaron al público, “A Thousand Years” y “Impossible”. ¿Quién no ha llorado alguna vez por amor escuchando alguna de estas dos canciones?

Creo que cuando uno está enamorado, las canciones de James Arthur suenan distinto. Tienen algo que nos hace creer en todo lo bonito y en ese sentimiento que aparece cuando sentimos algo por alguien. La música es una gran compañera de viaje cuando estamos enamorados o empezando una relación que no sabemos a dónde va porque muchas veces es como un precipicio o un acantilado, si te descuidas te caes y a veces duele, y mucho.

Ya quedaban pocas canciones para el final, pero el público estaba muy entregado y a la vez emocionado. Dejó para el cierre temas como “Car’s Outside” y “Say You Won’t Let Go”. Ninguno de los que estábamos allí queríamos irnos a casa. Además, afuera hacía bastante frío y desde luego no íbamos a poder escuchar en directo a James Arthur.

Así que me fui caminando por las calles de Madrid escuchando sus canciones y agradeciendo a la vida poder vivir noches tan mágicas como esta. Uno reconecta con muchas cosas cuando vive conciertos así.

Noches como la de hoy me hacen reconectar con la música porque muchas veces vamos a conciertos donde la música no es la protagonista. Hay muchos fuegos artificiales y otros elementos que hacen diluir la importancia de la voz de un cantante, una voz real sin autotune.

Produce una sensación de sanación escuchar este tipo de canciones y nos recuerda que aunque ahora quizá no estemos en nuestro mejor momento, como comentó el cantante, podemos confiar en que con el tiempo todo vuelva a estar bien. Hay que confiar en el universo.

A diferencia de otros conciertos, vi que el público español estaba entregado al 100 por cien y se notaba en las caras. Comentaba con mi amigo que había grupos de chicas bailando y cantando, mirándose entre ellas. Creo que lo bonito de los conciertos es crear esos momentos mágicos entre amigos, parejas, familias, hermanos, padres.

La música nos transporta a un lugar donde el dolor, el sufrimiento y, muchas veces, la sensación de soledad se transforman en algo que nos hace sentir parte de algo mágico.

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