Querida amiga Vanesa , que gusto ver que a tu lado la vida puede seguir siendo igual. Me gusta sentir como en tus canciones eres capaz de susurrarme lugares pequeños, lugares de refugio, estrellas que alcanzar cubriéndome con polvo de estrellas, con mis alas rotas del alma que se extienden libres en la cola del viento de la vida. No hay lugar, ni ciudad, amiga Vanesa que no se emocione mientras le acaricias las heridas que te dejan sin aliento.
Quizás faltaron los «grandes espejos de luz» que reflejaran tu rostro, tu manera sencilla y triste de sonreírle al amor que duele por que es de verdad, ese momento que va más allá de 90 minutos de montaña rusa emocional, ese nos da igual de cubrirnos de sombras por que en el fondo sabes que del cielo siempre «llueven luces» cuando tu cuentas susurrándome canciones.
Vanesa recorrió en Alicante su presente y su pasado musical. Volvió a dibujar con esas palabras que tantas veces nos faltan los girones que se arrancan del alma cuando se desata entre recuerdes. Vanesa duele, porque te clava emociones con la fuerza de la realidad orgánica de sus canciones. Su fuerza brillante de frases que en su inconexión se convierten en la mayor de las poesías musicales.
Alicante estuvo a la altura y convirtió la plaza de Toros en todo lo contrario a su significado, fue lugar de vida, de cultura segura, de ganas de vivir quizás no como lo hacíamos antes pero sin duda recordamos que si hemos nacido valientes podemos hacerlo sin ninguna duda.
Y mientras tanto Vanesa cierra los ojos y respira silencio, mira al cielo y sonríe y con su dedo dibuja el 7 de su destino y del nuestro, grita ¡Si! mientras de nuevo las perseidas adornan el pelo de esa niña llamada música que hoy sonríe feliz, siempre y para siempre. Y eso querida amiga, siempre será gracias a ti. Que viva la música, a tuya, Vanesa Martín.
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