Pablo López «El último vuelo del Unikornio» : «En Barcelona empezó todo…»

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David Fraile
David Fraile
Fundador y director de lacajadmusicatv.com - Periodista , historiador del arte y devorador de libros. Coleccionista del universo Pixar.

¿Y ahora qué?. Silencio, que complicado es esto. Ayer en Barcelona se puso el último acorde al vuelo del unikornio que no se olvidará jamás. Y ahora el silencio, esa sensación tan única y tan dolorosa de la despedida canción por canción de una gira que nos hizo ser libres y seguros, felices y cuidados los unos por los otros, la gira de volver y de sentir, refugio en todas y cada una de las canciones que un día, en el silencio de un piano que duele nacían para volar de su alma a la nuestra.

Las canciones no se despiden, se hacen mayores y se esconden en la memoria de nuestra alma, visten de aroma de los recuerdos de nuestras ausencias e incluso las disonancias que más duelen pueden dibujar una sonrisa que nos dure más allá del amanecer. Ayer se resquebrajaba el alma de una voz ante el último quejío de «Tempo», ese penúltimo lo siento dibujado desnudo en guitarra que echaba el cerrojo al miedo al perdón.

Ayer las voces traspasaron los muros del San Jordi, la jaula se teñía de «rojo vida» para llegar a las hogueras de los rezagados, de los que se cuidan, de los que nos faltan, de los que echamos de menos, se convirtieron en esa mano y ese abrazo que sin darse susurran al oído : «yo sólo quiero bailar …¿ y tú?».

Se ejerció la libertad responsable, las ganas de hacer de la Jaula el espacio seguro para el alma y cuidado casi perfecto para la salud, allí en todas y cada de las canciones se sentía la sensación de alivio, ese momento en el que alma escapa y suspira, ese incendio que se nos escapaba y que nadie al final podía quitarnos. Fuimos en el fondo esa mariposa que no puede hacer otra cosa que volar y revolotear entre las cicatrices que cada escenario ha dejado en las manos de Pablo López, cada una distinta, cada una con su historia pero en el fondo con la misma esencia, la vida y la libertad.

Tras un año de éxitos, premios, larga lista conciertos, el éxito del público creo que lo más importante es dejar escrito el último compás. Ese último compás que se crea en el primer recuerdo del amigo malagueño que sueña libre, compone sin red y crea sin límites. Ayer el último movimiento de su sinfonía ponía justicia a un durísimo trabajo emocional y creativo que ha sido este tremendo «Unikornio» , once millones de versos que recorren sus venas, esa capacidad casi única que tiene de dibujar sus miedos y los nuestros en modos menores y mayores pero abriéndonos la puerta del patio de sus canciones para encontrar ese refugio en el que se ha convertido la música de Pablo López.

Ese último compás que debe pintarse de «magia que insiste», de un gracias a Pablo, Coki, Víctor y Matías por hacer de cada jaula, de cada escenario algo diferente, distinto, mágico y emocional. Gracias por leernos a través de las mascarillas y tallarnos la sonrisa más difícil, hacernos sentir vuestro escenario como nuestra casa, por recompensarnos con vuestro esfuerzo e ilusión la pasión desmedida por la música, gracias por hacernos testigos de ese akelarre de talento y pasión.

Sin duda Pablo López es ya presente, futuro y elemento fundamental de nuestro pasado, «vi» su manera tan especial de buscar y regresar, de abrazar y sanar, de aplaudir a ese público que se ha convertido ya la en la séptima mayor de su piano, esa manera de sentir, entender y disfrutar los recuerdos que ya no duelen sino que simplemente se conviven con ellos.

Y de nuevo el silencio, por que en el fondo «todo empezaba en Barcelona … y en Barcelona debía ser el último vuelo». De aquellas siete noches, de aquellos primeros cimientos se ha construido una de las mejores giras de la historia de nuestro país, Pablo López ha sabido conectar con aquel niño y con el nuestro, ha comprendido eso tan difícil que es mirarle a los ojos a la música y decirle … te quiero.

Y al acabar aquella última jaula, el silencio se extendía entre susurros y cánticos que se desdibujaban en las nubes de aquella montaña mágica. Y cuentan los que estuvieron allí, que dos viejas amigas convertidas en canciones de abrazos «ya no eran extrañas sin alma ni huían del sol», se miraron por ultima vez la una a la otra y cogidas de las manos se cantaron: «No te pongas triste … no puedo vivir sin «tú». Y dicen que desde el cielo el «unikornio» las sonreía esperando escondido su regreso en el dorado verano, en lo «real» del piano y una voz.

Así fue la última nota, el último candado, la última jaula abierta … todo «empezó en Barcelona» y allí todo se quedó en silencio cubierto de manos de luces, allí de almas de estrellas.

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