No hace muchas semanas, con motivo de la celebración de Los40 Music Awards en apenas dos minutos ( yo creo que «me acostumbré» a conversar con él así a lo largo de los años) tuve la oportunidad de despedirme como cronista, periodista que ama la música con locura, de un genio como es Dani Martín, y me gustó hacerlo con una sonrisa.
Ayer la sala «La Rivera» puso sus cimientos del revés al despedir, al menos de momento, a uno de los artistas más brillantes que ha dado nuestra música en castellano. La pandemia trituró canciones, conciertos, sueños, proyectos, giras, nuestra propia salud mental y sólo unos pocos tuvieron la valentía y la fuerza de ponerse en pie.
Dani Martín, en todo este año, su gira «Qué caro es el tiempo» ha sembrado todo el país de todo aquello que creíamos olvidado, nuestra memoria. Hizo el ejercicio valiente de mirar a los ojos a sus canciones, a su pasado, y con él de su mano quizás mirar al nuestro para volver a subirnos a las ventas o ayer en «La Riviera» para sonreír tristes con hasta siempre que espero que se sienta como un «hasta luego». Quizás despedirse así es la mejor manera, o el primer paso para volver a reencontrase.
Dani Martín estuvo hablador, divertido, nostálgico, a pecho descubierto como a él le gusta, rodeado de su gran familia musical (por favor que grandes músicos lo arropan, sin olvidar a ninguno) hizo justicia a todas esas canciones que habían esperado su turno pacientemente quizás injustamente olvidadas, siendo las grandes protagonistas de su ¿última noche?. Pero sin duda en la retina de todos quedará los primeros acordes de «La madre de José» para abrir una noche donde, como él decía, podía pasar de todo.
Abrió el corazón de las canciones, en algunas explicando sus porqués y sus silencios, mirando a los ojos de su público como nunca, queriendo recibir ese abrazo que lo acompañe mientras quizás deshoje las hojas del calendario descontando los días para que la música no duela tanto como separarse de ella, o simplemente que del alma vuelvan a salir «las ganas» de volver a se distinto.
Dice una estrofa de «Un millón de cicatrices», tema que por cierto, ayer sonó como nunca «Qué gran liberación que siento hoy, al recorrer poquito a poco el corazón, que está más fuerte sabe qué quiere, y ya no se esconde. Qué grande es verme hoy sin lo anterior. Sintiéndome tranquilo siendo lo que soy, inofensivo, sereno, amable y cariñoso …». Y quizás sea la mejor manera de entender la noche de ayer. Como ya dijo ayer, quizás el año que viene no le apetezca cantar pero a lo mejor le redescubrimos hablando. ¿Estamos a las puertas de un futuro streamer?, ¿libro?. Solo eso el tiempo lo dirá.
Aunque que el corazón de Madrid se helara ante el incipiente invierno, desde las horas y la noche previa muchísimas almas se congregaron para reservarse esa primera fila de ¿la última vez?. Ese público que Dani Martín ha conseguido hacer cada vez más amplio y transversal, haciendo de sus canciones, desde aquel «Pequeño» la banda sonora de nuestra vida, tengas 15, 28, 60 o futuros 45 años como es mi caso.
Y ayer disfrutamos como amantes de la música, como nostálgicos entre abrazos que ya se hicieron amigos, amistades que son ya una vida que se dieron la manos entre las canciones del genio madrileño una primera vez, en ese escenario volvió a tocarse y tocarnos el corazón como siempre lo hacía mientras en esa segunda fila la música , mi música, la mejor retratista de mis recuerdos y los tuyos curaba sus nervios y su madrugada entre la sonrisa de tus canciones.
Y me puse nostálgico y busqué entre mi silencio todos y cada uno de los momentos en los que te hemos acompañado, para que si alguna vez lo lees y lo ves pasado el tiempo, recuerda que a tu lado la vida fue siempre bonita y que al acabar el concierto nuestro Peter Pan volvería a empezar de cero.
Lo de anoche fue el primer paso para volver, para echarse de menos, porque reencontrarse con sabor a despedida es el primer ingrediente, para sonreír volviendo. Y la música, tu música, amigo mío desde el cielo sonreía por que lo volviste, volviste a recordarlo todo como si fuera «aquella primera vez».
Gracias Dani por descubrirte, reinventarte, mezclarte, compartir, aprender, buscar, escuchar, abrazarte a tu propios silencios, por diferenciarte, por escucharte, por buscar tu propia realidad, pero sobre todo, gracias por convertirte en esa máxima expresión de aquel que ama la música por encima de todas las cosas.
Y hoy mientras acabo estas palabras y añado un punto y seguido a escribirte, miro a los ojos de mi alma de casi cuatro años que lleva por ti su nombre y pienso que alguna vez le hablaré de ti, compartiré «tu teatro» con él y le diré que haga honor a la libertad que lleva su nombre y el tuyo, que nunca deje de ser él, y que en la vida consiga hacer siempre #loqueledelagana.
Y mientras yo ya espero tu vuelta, espero esa conversación de música pendiente mientras sigas sonriendo como aquella primera vez. Amigo Dani, qué bonito fue y que bello será, ¡hasta pronto!.
FOTOS : CRIS SÁNCHEZ