Porque «Amar», siempre fue para siempre …

No se si estoy preparado, no se si quiero, ni tan si quiera se si voy a poder. «Amar es para siempre» llega a su fin, es la última vez que escribiré sobre la serie. Hace unas horas tuve la oportunidad de descubrir los entresijos de su serie heredera «Sueños de libertad». La sombra de «Amar» es alargada, pero si cobijo lo es más.

Cada año, cada temporada se convirtió en el refugio de todos aquellos «amarólogos» que nos deslizábamos nuestras tardes escondidos entre las sombras de la plaza de los frutos, en el Asturiano tomando un cafe, o en el Kings viendo como los amores iban y venían. «Amar» es una familia, la mía y ayer les pude decir adiós … a mi manera.

Desde que la serie pusiera rumbo desde la pública hacia Atresmedia, la historia creció, se enriqueció hasta tal punto que lo más granado de nuestro panorama actoral se hizo grande en el buque en el que se convirtió. Por allí han pasado la friolera de más de 1500 actores y más 27 mil figurantes convirtiéndose en lo laboral en una familia, y en lo personal en personajes imprescindibles. Es sin duda la serie más vista de la historia de las sobremesas de nuestro país.

Fotografía : Josune Ordóñez

Mirar a los ojos de una emocionada Itziar Miranda es encontrar un último adiós a una Manolita que echaré para siempre de menos. Una mujer libre y vital, que fue capaz de bajar a los infiernos en la búsqueda de la verdad y en ese camino tender la mano a todo aquel y aquella que quiso abrazarse a su luz. Una madre imperfectamente perfecta, que con su rostro abrazaba, y con sus silencios pronunciaba te quieros en cada plano de los suyos, que nada ni nadie podía tocar. Nunca se rindió hasta todos y cada uno de los suyos fueran felices.

Manu Baqueiro lleva en su sonrisa triste el alma de Marcelino. Desde la primera temporada ha ido forjando una personalidad fiel, dura y frágil a la vez, valiente y temeroso al mismo tiempo. Siempre el ying de su yang Manolita, supo entender cada tiempo, y entendió que debía adaptarse desde su verdad a todo aquello que sucedía alrededor del Asturiano, que siempre fue y será el corazón y el alma de los frutos, la sangre de «Amar es para siempre».

Según avanzo en esta carta de despedida, se que quizás no pueda ver ese último capítulo, que me auguran todos los protagonistas que será mucho más que único. Quiero tener la oportunidad, y quizás el pensamiento equivocado que siempre quedará una última vez, un último paseo, un último abrazo, un último hasta siempre. Siempre nos quedará regresar a la plaza de los frutos.

Ellos han sido y son la familia de todos, siempre en menor o mayor medida acompañados de un público que iba y venia en oleadas, pero que siempre estaba allí cuando cada temporada se sobrevenía el mal llamado «fin del mundo» en «Amar es para siempre», donde muchas de las tramas se borraban y otras se mantenían en el tiempo.

Ay Pelayo!, cuanto se echará de menos tu espíritu crítico. Pelayo tiene el alma charra como Jose Antonio Sayagues, tiene el gen bravío de los inconformistas, de los que mastican libertad en todas y cada de sus palabras, es quien ponía la pausa y el sosiego pero a veces también la mecha y la vida. Pelayo, hasta cierto punto fue ese abuelo que sobrevolaba la ausencia de nuestros propios recuerdos, mientras que detrás de una barra observaba y protegía.

El verdadero espíritu de «Amar es para siempre», el de convertir al espectador en un personaje más. Miro hacia atrás y recuerdo que entre sus tramas pude enamorarme de la vitalidad y la sonrisa de Marta Novoa ( una Mariona Ribas excelsa) y un Nancho Novo (su padre en la ficción) simplemente únicos, que maravilla de química en pantalla. Un malo extraordinario encarnado en aquella temporada por Miguel Ángel Muñoz que siempre pasará a la historia como algo irrepetible.

Por : Josune Ordóñez

Pude descubrir que María, tenía el alma de un ser único como es Lucía Martín Abello, sin duda una de las actrices con más talento, presente y futuro de la pequeña pantalla. Me regaló en forma de Luimelia, donde Carol y Paula, Paula y Carol se convirtieron en parte presente de las sonrisas de tod@s , las únicas que miraron al futuro y siempre gritaron a los cuatro viento que «amar» si era para siempre. Ellas fueron únicas, nos hicieron valientes.

Álvaro de Juana, Paula Gallego, Clara Garrido, Iñaki Miramón, Anabel Alonso, Unax Ugalde, Manuela Vellés , Luz Valdenebro, David Janer, Jon Plazaola, Carles Francino, Miriam Díaz Aroca, Michelle Calvó, María Adánez, Thais Blume, Blanca Parés, Javier Pereira, Katia Klein, Víctor Clavijo, Sara Rivero, Adriana Torrebejano, Andrea Duro, Nuria Gago, Ana Fernández, Ana Milán , Fernando Andina, Nadia de Santiago , Norma Ruiz, Andrea Guasch, Mariam Hernández , María Castro, Olivia Molina, Fernando Guallar, Llum Barrera , Carlota Baró, Lucía de la Fuente, José Manuel Seda , Alfonso Bassave, Jesús Olmedo, Pepa Rus, Claudia Trujillo y muchos otr@s son algunos de los ejemplos que tuvieron su «caja de música» y a los cuales siempre les estaré eternamente agradecido por su talento, y por sus ganas de conversar de manera diferente.

Tengo la sensación de que quedarán muchas conversaciones pendientes, muchos momentos que quizás en nuestra mente vuelen libres, las tramas de cada espectador que los hizo y los hará lideres, ya en nuestra memoria. La sombra de «Amar» es alargada, pero es en forma de cobijo y abrazo. Las historias siguen, los personajes se marchan y otros llegan pero si tengo una cosa muy clara, en mi recuerdo y en mi vida, tuve la oportunidad de abrazar con palabras a Manolina, Pelayo y Marcelino , decirles hasta pronto y dejarles abiertas las puertas de nuestra memoria, y a Itziar, Jose Antonio y Manu darles las gracias de corazón, desde el alma de todos, por que desde ya … «Amar» siempre será PARA SIEMPRE.