Dani Rovira reaparece en el escenario con su nuevo monólogo ‘Odio’, y lo hace de la mejor manera posible, en Málaga, su hogar. Este título recoge su visión más profunda sobre temas la sociedad actual de una manera ingeniosa y con su tono burlesco.
La obra viene de mano de Netflix, plataforma que ha conseguido darle al cómico el regreso que merece, y cuya repercusión se ha convertido en todo un éxito.
El actor malagueño vuelve a conseguirlo, vuelve a hacernos reír, algo tan necesario, aún más en estos tiempos. Cumple con su cometido respecto a todos lo espectadores, pero sobre todo respecto a sí mismo.
Rovira comienza dando un ejemplo de superación personal y valentía, al tratar su reciente enfermedad con esa sencillez y transparencia que tanto le caracteriza.
Sin embargo, este no es el tema central. El guión de su obra abarca principalmente aspectos importantes de la sociedad, como lo son la política, las redes sociales, el periodismo incendiario o el estrés. Cuestiones que nos llegan a influir tanto, que afectan a la manera que tenemos de relacionarnos y a la constante necesidad de crispación con lo que nos rodea. O como bien Dani lo denomina, la teoría del zasca.
Este análisis social, combinado con sucesos personales y el estilo cómico del malagueño, ha propiciado como resultado un discurso divertido, que te hace disfrutar, y, simultáneamente te invita a pensar.
A modo de conclusión, Dani Rovira hace una reflexión propia muy recomendable para todo el mundo. La idea que nos pone en cuestión, y que también se ve reflejada a lo largo de su monólogo, tiene que ver con la constante necesidad que tenemos de quedar unos por encima de los otros y el odio que se genera a consecuencia. Así lo expresa Dani: «Vamos a dejar de competir, contra el uno, contra el otro. Compite contigo mismo para ser una poquito mejor que tú el último día», a lo que añade, «Odiar es de cobardes! ¿Sabes que es de valientes? Decir ‘Te quiero’. Porque yo mi vida la quiero compartir con gente que dice te quiero».
Con ese broche final el cómico nos deja con muy buen sabor de boca, además de, la esperanza de que del odio al amor sólo haga falta un monólogo.
