«Son las diez y una noche más estamos en el Festival de Cap Roig esperando que todo empiece. Hoy es el turno de María… bueno quizás todos la conocéis más por Rozalén. Hoy es su primera vez en el Festival Cap Roig y los nervios se palpan en el ambiente. Las luces se apagan y los gritos junto con los aplausos estallan. Las primeras notas también resuenan en este mágico lugar y aparece Bea para lanzar el primer mensaje de la noche…»
Así fue cómo el tiempo se paró una noche más. Así fue como María una vez más se coló dentro de cada uno de los asistentes demostrando que la MÚSICA es su hábitat natural. Su MAGIA.
Rozalén empezó el concierto asegurando que lo único que quería es que al marchar todo el mundo se fuese de allí con ganas de VIVIR. Y ahora que ya todo pasó os puedo asegurar que lo consiguió. La gente se fue FELIZ. SONRIENTE. BAILANDO. Tarareando canciones que habían resonado aquella noche en el escenario…
No llevaba ni seis canciones cuando el público ya se puso en pie para demostrarle el gran cariño y respeto que le tienen. Y es que María tiene algo especial. Algo que soy incapaz de describiros en palabras.
La humildad, generosidad, humanidad y respeto creo que forman parte de su larga lista de cualidades. Orgullosa de sus raíces, de su familia, de donde viene… porque como bien dijo “Hay que saber de dónde venimos para saber dónde vamos”… y sin duda su último disco “Cuando el río suena” es un claro ejemplo. Un disco en el que se ha abierto en canal para contar historias que forman parte de su vida, historias que han ido construyendo su propia historia.
La otra noche Rozalén cantó y habló, porque sus canciones son historias. Rozalén bailó y disfrutó junto a sus compañeros de viaje con los que una vez más demostró que un escenario puede llenarse de valentía, amor, inclusión, verdad y MÚSICA…
Creo que todos estaremos de acuerdo en afirmar que unos ojos brillando de felicidad es una de las cosas más maravillosas que existen… y Querida María (perdón por la confianza) el otro día tus ojos no se apagaron en ningún momento. Eran dos luces más encima del escenario. Gracias por hablar de lo que duele y así normalizarlo. Gracias por recordar que las heridas en un cajón no se curan. Gracias por gritar que hay que acoger sin prejuicios. Gracias por tu valentía y solidaridad. Gracias por ayudar a recuperar la memoria. Gracias por emocionarte encima de un escenario sin pudor. Gracias por este “Cuando el río suena…” y por convertir historias en canción. No te calles NUNCA María.
Tú no lo sabes pero tus raíces y las mías parten de esa Sierra del Segura que tanto nombras, de un pueblecito muy parecido al tuyo en el que aún muchas historias esperan en silencio, en el que apenas hay cobertura y las cartas siguen escribiéndose en papel.
Me repito, y lo sé, pero vuelvo a deciros que este mundo necesita más gente como Rozalén. Como María.
Marta Juanola