Recuerdo cual fue el último concierto antes de que la vida cambiara al que asistí, David Otero ponía color a sus recuerdos en una mítica sala de Madrid y nos regalaba con Cepeda un «Tal como eres» que ya ha pasado los umbrales de la historia. Y sobre esto girará mi crónica de esta pasada noche.
Después de un mini periodo vacacional Cepeda le toma de nuevo el pulso a la carretera y al escenario. No hay olvidar que Cepeda y su familia de músicos se ha reinventado en cada concierto que llevan haciendo desde el 2020, si repito desde el 2020. Me gustaría que se empezara a valorar a ese grupo de artistas, pocos por otro lado, que tuvieron la opción de asumir el riesgo de salir frente a un público que teníamos ( y me incluyo) hasta miedo a vivir.
Cepeda y su «team» consiguieron convertir en estadios los teatros más pequeños, crear en playas como la de hoy, pequeños paraísos de cielo, hacer del susurro de una canción la excusa perfecta para volver a descubrirte a ti que gritabas en silencio que la «cultura es y será segura» a pesar de que la vida ya había cambiado.
Luis Cepeda forma parte, para mi» de ese grupo de genios rebeldes, si, dije genios, que mezclan el talento y el carácter a partes iguales. No me gustan los genios prefabricados, ni los ídolos de cartón. Me gustan, admiro a los rebeldes que gustan y que se odian, me gustan ese tipo de genios valientes que te miran a los ojos «aquella primera vez» y te aseguran que «jamás le vas a hacer llorar» (cuantas veces he sonreído con aquella frase).
Cepeda y sus músicos. Cepeda y su familia de grandes talentos musicales nos han leído a través de las mascarillas, han sabido soñar sonrisas que no se ven y han logrado que baile el alma cuando al cuerpo le ata a su asiento a cadena de la tan necesaria distancia social.
Respeto a los que se equivocan a menudo y de sus derrotas lo convierten en «la fortuna» de canciones que desde que nacen están destinadas a convertirse en la banda sonora de nuestra vida. Me rebelo con aquellos que a pesar de que todo parezca salir mal, a pesar de los problemas, SIEMPRE aflora el talento, y convertir «su fiesta» en algo único donde se desborda el mensaje y el ingenio musical.
Aquellos que me habéis leído alguna vez, lo he escrito en alguna ocasión, en cada concierto que he disfrutado, que a Cepeda sino existiera habría que inventarlo; y hoy os explico el porqué … imaginaros cada momento de vuestra vida con algunas de sus canciones que han significado todo, imaginar abrazar el recuerdo de alguien «tan lejos y tan cerca» mientras suena «Cuando no estés«, la primera vez que nos sentimos fuertes y valientes mientras sus acordes «dan la media vuelta«, y cuando su «2007» se convierte en la máquina del tiempo hacia el último lugar donde fuiste feliz.
¿Recuerdas la última vez que tus lágrimas se convirtieron en los «acordes menores» del otro lado de esa ausencia que duele?. ¿Recuerdas la última vez que te sentiste especial mientras «desayunabas con diamantes«?. Y ahora, «vuela» y escucha el silencio, el silencio «cero», ese que sabe a frío vacío, ese miedo que te quita el suelo bajo tus pies … y ahora dejas de sentirlo… salta, grita muy alto «con los pies en el suelo vuelo y vuelo …».
Admiro la música que nace del estómago, de las emociones que se sienten entre pentagramas rebeldes y las «sirenas» enmudecen «pegaditas» al olor de atardecer en una playa de un domingo en Alicante.
Me gusta la música con sabor a sal. La música «superviviente» que compite contra la programación que le rodea (un día equivocado), con sonidos que se cuelan, o con pequeños errores para «demostrar que , eh no era karaoke»- bendito sentido del humor el tuyo-. Y en estos casos SIEMPRE aflora el talento y … la genialidad con carácter.
La gira sigue, se aleja pero nos junta querida «marea azul». Disfrutar de los conciertos como yo disfruté esta noche, donde junté la música que respiro, que me hace sentir libre, que sueño y que envidio con el talento de aquella que es la única de poner imágenes a todas y cada una de las palabras de mi vida… gracias Cris, gracias Luis por que esta noche volví a recordar que quizás de alguna manera la vida puede seguir siendo igual … al menos por una rato.
Y la música sonríe, la niña de grandes ojos marrones es feliz, dejémosla hablar, siempre «con los pies en el suelo«.
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