Alejandro Sanz presenta #Sanz, «como si fuese aquella primera vez»

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David Fraile
David Fraile
Fundador y director de lacajadmusicatv.com - Periodista , historiador del arte y devorador de libros. Coleccionista del universo Pixar.

A veces uno comienza a escribir con una gran cuesta en blanco que se antoja imposible o a veces sencillamente atrevida. Hoy el sonido de nuestra «caja de música» iba en busca del silencio atrevido de aquel que dicen y es uno de los mayores compositores de música en castellano. Alejandro Magno, ahora Alejandro Sanz desvestía su primera vez en el escenario donde comenzó todo para abrir la puerta a mucho más allá que un disco, a la raíz de su propia alma creativa y personal.

Una pandemia y 24 meses de pensamientos y emociones han dado forma a este puzzle, este reflejo de música, cantado y contado, dibujado y fotografiado, recordado y disfrutado en silencio. Entrar en ese pequeño gran auditorio donde sus melodías volaban libres, es respirar y sentir música, es tener la necesidad de hablar sin hacerlo, de esperar ese gran regalo en forma de 10 canciones que ha supuesto el devolvernos (quizás nunca se fue) a ese Alejandro artesano, propio, puro y esencialmente nuestro.

Me gusta disfrutar de como la música se abre paso entre las miradas, a través de la escucha del disco, esa sensación maravillosa de sorpresa que se dibuja en los primeros acordes, esa fotografía mítica que nuestra memoria hace para buscar que armonía se parece a aquella canción que nos marcó la vida.

Analíticamente #Sanz no se mira a través del espejo, se mira a los ojos mediante el reflejo de los años de esa identidad musical que ha sabido crear con canciones que llegan, te sorprenden y se quedan para siempre en lo que consideramos nuestra alma musical que también es la suya.

Diez canciones han bastado y honestamente se me antojan insuficientes para enseñarnos la profundidad de sus «Mares de miel», de esa historia de amor de Alejandro con la música y la música con Alejandro. Él a través de su «Bío» recitada muestra todas las cartas de un soñador que peleaba con el papel en blanco, que con manos de artesano musical crea canciones casi desde que nuestra memoria y la suya tienen conciencia.

Diez promesas en forma de reencuentros, canciones y estrofas inacabadas, letras y octavas imposibles, armonías y arreglos melódicos cuyo final quizás sea el infinito o tan sólo sea ese silencio que hace finalmente que una canción «simplemente sepas que está bien».

Diez maneras de besar a la música, de ventanas de recuerdos al amor perfecto entre «lo que fuiste y eres», busca en este nuevo trabajo una declaración sin despedida para «ella» que después de todo esto ya es y será para siempre. La niña de grandes ojos marrones se ha convertido en mujer, en esa Rosa de recuerdos de una voz sin espinas pero con aroma a espera, a ese último trago a la orilla del Malecón que en el alma de #Sanz vio la luz del amanecer.

Alejandro ha conseguido la «geometría» perfecta entre el querer y el poder, suturar la herida de esa primera vez que la música le dejaba quizás en aquella «primera canción», esa vez que supo que la quería, la soñaba, la buscada y le procesaba adoración.

Esa primera vez que besas, ese sabor a miedo y verdad, esa canción que te busca cada día, que te abraza como la primera vez con sabor a miel y tomillo, con calor de pasado y sonrisa furtiva que se esconde en claves de sol o mi bemol mayor. «Mares de Miel» ese camino transversal de un sueño llamado música que Alejandro Sanz mira directamente a los ojos.

El dibujo de acordes que forman la estructura de aquellos pilares, de aquellos discos que son el esquema fundamental de lo que es su música hoy en día. Alejandro con «Mares de miel» le escribe a la misma mujer de ojos marrones que crece y madura, que es madre y compañera, que es amiga y amante; esa manera de entender y de contar lo que le grita el alma o ese Alejandro de antes que se mira a los ojos en el espejo de la vida y siempre recuerda quien es.

Alejandro y la música tienen ese «trato» que duele, bailan bajo la lluvia en una noche de invierno que sabe a primavera, «se aman sin el permiso del cielo», con el trato de volver a verse aunque a veces duela al echarla de menos, por que encontrarla no es fácil, esa voz a través de un teléfono que necesitas tuya, esa caricia que me recuerde y me descubra con las manos escondidas a través de la teclas de un piano que aprende a tocar por primera vez.

Alejandro se ha dibujado en la plenitud de sus silencios con sus propias manos, la manera de firmarse su propia esencia en el final de un viaje de reafirmación musical a través de quien mejor le puede conocer como el mismo Manuel Alejandro, dejar a través del alma y los ojos de quien te observó en la distancia y te portó en brazos de alma y vida, esa última declaración a la música tan desnuda como pura, tan cruel como bella … «Y ya te quería, yo ya te quería (…) y por tu amor ya me moría». Cuando una melodía tatúa una canción simplemente queda la voz del alma, la de Alejandro, para hacerla infinita.

Y yo mientras «seguiré escondiéndome en el silencio de mis palabras, pliego velas» mientras sueño en la luna distinta de las palabras que desde hoy han dejado de sonar a vacío, de silencios que han empezado a construir recuerdos cimentados en los suyos, melodías que nos ponen delante del espejo para despedirnos, abrazarnos, para besarnos, para reconciliarnos, para hacer el amor a la música cómo si fuera aquella primera vez.

Gracias Alejando por armonizar las arrugas de tu alma y enseñarnos sin dobleces las costuras de tus recuerdos, 10 canciones, diez melodías en blanco y negro con el rubor en color del recuerdo, mirar al futuro mostrando gratitud por lo que uno fue y sigue siendo, por buscar en el futuro lo que simplemente uno quiere ser y entender por que cada compás duele, por que cada disonancia es una despedida mientras guitarra, violín, piano y voz dan al cielo noche para las ausencias de todos estos años.

Cierro mi cuesta en blanco como un pentagrama que tienes que saber que está bien, porque si lo sabes, sabes que quien te lea o te escuche le removerá una sensación por pequeña que sea, entre las manos manejamos la magia de las emociones de interpretar y de contar, de cantar y de sentir con la piel fina del corazón y la sonrisa nostálgica y efímera del alma … es es tu #Sanz, tu mismo y eso es la más simple y compleja de las magias.

Yo mientras tanto cerraré entre abierta esta «caja de música» para guardar esta pieza de tu alma que ya se ha convertido en el silencio de nuestro recuerdo , en la banda sonora de nuestro vacío y en el otro lado de nuestra memoria . Sigue cantándole  a tu vida , a las emociones , aunque nos quedemos sin aliento , sigue amando a la música con la pasión de las palabras , esas que no se escriben, las que se susurran cuando el sol viste de mañana el alma de los amantes , y arropa el cuerpo de todos los que quieren soñar.

Y en la espera te vuelvo a escribir de nuevo, como si fuera «aquella primera vez».

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