«Cómo la primera vez», las 4:05 de la madrugada de un viernes que se antoja caprichoso y feliz para esa niña llamada música que hoy vuelve a sonreír como la primera vez. Esa primera vez de tantas cosas … sonrisas escondidas, abrazos vacíos que se añoran, minutos que se escapan de la vida que se convierten en nostalgia plena de una esperanza que a veces tarda en llegar.
Esa primera vez que besas, ese sabor a miedo y verdad, esa canción que te busca cada día, que te abraza como la primera vez con sabor a miel y tomillo, con calor de pasado y sonrisa furtiva que se esconde en claves de sol o mi bemol mayor. «Mares de Miel» ese camino transversal de un sueño llamado música que Alejandro Sanz mira directamente a los ojos.
El dibujo de acordes que forman la estructura de aquellos pilares, de aquellos discos que son el esquema fundamental de lo que es su música hoy en día. Alejandro con «Mares de miel» le escribe a la misma mujer de ojos marrones que crece y madura, que es madre y compañera, que es amiga y amante; es manera de entender y de contar lo que le grita el alma o ese Alejandro de antes que se mira a los ojos en el espejo de la vida y siempre recuerda quien es.
Alejandro y la música tienen ese «trato» que duele, bailan bajo la lluvia en una noche de invierno que sabe a primavera, «se aman sin el permiso del cielo», con el trato de volver a verse aunque a veces duela al echarla de menos, por que encontrarla no es fácil, esa voz a través de un teléfono que necesitas tuya, esa caricia que me recuerde y me descubra con las manos escondidas a través de la teclas de un piano que aprende a tocar por primera vez.
Amigo Alejandro te escribo como la primera vez. Bajo la luz de la luna le dibujo versos a esa «amiga mía» que navega entre mares de miel del escenario de una gira que llevaba demasiado tiempo esperando latido y aplauso, voz y armonía, emoción y sonrisa, camino largo de transformación donde sólo importa volver a sentir ese abrazo largo de un público que ha sufrido más que nunca.
Que bonito es esconderse en las arrugas de una sonrisa que los años perdonan, abrazarse a una mirada que no se gasta a pesar del tiempo, que bonito es sumergirse en una garganta que te hace pisar arena caliente en épocas de frío y buscar escondido entre tu voz un silencio que ya no existe.
Quizás no sepa nunca a que suena ese, mi silencio, pero si se a que sabe, a «mares de miel» como esa primera vez que tu música a mi me cambió la vida. De nuevo una canción a la que asirse, un río por el que navegar, la memoria de aquellos que no recuerdan los compases , un sendero de baldosas amarillas que nos devuelven a la casilla de salida por que ya conocemos el final.
Video y canción, canción y video narrativamente desnudos, musicalmente majestuosos, una única manera de cantarle al origen, a la esencia, la vida que ha cambiado pero que siempre la música será sus alas para volar.
Y a ti, ella, la niña de los grandes ojos marrones, la luz que a mi me guía, te volví a escribir como aquella primera vez y la luna roba tu sonrisa para darle alma a los mares de miel.